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[39] de lípidos y azúcares que hoy día denominamos lipopolisacárido. Pronto se descubrió que el lipopolisacárido se ubicaba en la pared externa de las bacterias y que sus efectos eran un oxímoron, beneficiosos o perjudiciales. El lipopolisacárido provocaba la necrosis hemorrágica de los tumores, aumentaba la resistencia de los animales de experimentación a las infecciones, y protegían al roedor frente a dosis letales de rayos X. Sin embargo, a dosis solo ligeramente más elevadas, el lipopolisacárido desencadenaba un shock potencialmente mortal. El lipopolisacárido se clasificó en el grupo de las endotoxinas. En las postrimerías de la década de 1950, Baruj Benacerraf, a la sazón en el Hospital Clínico de Nueva York, junto con Lloyd J. Old estudiaban el bacilo de Calmette Guerin, una forma atenuada del bacilo tuberculoso. El bacilo Calmette-Guerin protege frente la infección por el bacilo tuberculoso (Mycobacterium tuberculosis), pero también frente al crecimiento tumoral. He ahí otra prueba de que los productos bacterianos podían destruir los tumores. Los estudios posteriores confirmaron que ni el bacilo Calmette Guerin ni el lipopolisacárido destruían directamente las células tumorales. El mecanismo era indirecto: la acción tumoricida era consecuencia de un factor sintetizado por el hospedador. De esta manera, Elizabeth A. Cars- well, Robert L. Kassel, Barbara D. Williamson y Lloyd J. Old descubrieron el que desde entonces se denomina "factor de necrosis tumores). Así pues, el efecto observado con el lipopolisacárido y el bacilo de Calmette-Guerin es intermediado por el «factor de necrosis tumoral". El objetivo siguiente era aislar el "factor de necrosis tumoral". Se logró finalmente en el año 1984, tras la clonación del gen, el desciframiento de su estructura primaria (secuencia de aminoácidos de la proteína) y la obtención mediante bioingeniería de cantidades significativas. Este logro científico se debió al equipo dirigido por David V. Goeddel, de Genentech Inc., el grupo de trabajo de Walter Fiers de la universidad estatal de Gante (Bélgica) y el laboratorio Biogen Idec. Hoy se sabe que el "factor de necrosis tumoral" es una trascendente proteína involucrada en los procesos inflamatorios e inmunitarios. El "factor de necrosis tumoral" forma parte de una importante tríada molecular, junto con la interleucina-1 (con quien comparte muchas funciones) y el interferón-γ. Tras el fallecimiento de William Coley sus investigaciones se abandonaron a pesar de los intentos de su hija, Helen Coley Nauts, de difundir sus hallazgos. Con los años, la radioterapia y quimioterapia terminarían por imponerse en el tratamiento del cáncer. La consecuencia más importante de los trabajos de William Coley es que condujeron al descubrimiento del "factor de necrosis tumoral", hoy día más conocido por su acrónimo en inglés TNFα (Tumour Necrosis Factor-α). Charles Graeber describe en el libro cómo no se perseveró en esa estrategia para curar el cáncer, insistiendo en los tratamientos que describe gráficamente como "corte, quemadura y veneno" (epítome para referirse a cirugía, radioterapia y quimioterapia). Tal vez la investigación del cáncer tomó durante muchas décadas una senda equivocada. La historia contada en el libro de Charles Graeber corre pareja a la escrita por Siddhartha Mukherjee en The Emperor of All Maladies (premio Pulitzer 2010). El texto de Siddhartha Mukherjee contribuyó a que se conocieran las líneas de investigación de la inmunoterapia. En el libro de Charles Graeber se usa la terminología científica necesaria para comprender los conceptos en que se fundamenta la inmunoterapia, mezclado con historias personales de enfermos, sus éxitos y fracasos. Una de las historias involucra a un personaje excéntrico, casi bizarro. Se llama James P. Alllison, un tejano que descubrió una de las dos estructuras moleculares en que se fundamenta la inmunoterapia, la CTLA-4 (de Cytotoxic T Lymphocyte Antigen-4). La otra vía de señalización celular, la PD1 –de Programmed Death– fue descubierta por el japonés Tasuku Honjo. Ambos científicos fueron galardonados ex aequo con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2018. El autor, Charles Graeber, es cauteloso al escribir sobre pacientes que han experimentado recuperaciones "milagrosas" con la inmunoterapia. Se remarca, con prudencia que, en la actualidad, la inmunoterapia anticancerosa no funciona en todos los pacientes, sin que se sepa porqué. En resumen, se trata de un texto donde se mezclan las anécdotas con la terminología y los conceptos básicos de la inmunoterapia. Charles Graeber describe en el libro cómo no se perseveró en esa estrategia para curar el cáncer, insistiendo en los tratamientos que describe gráficamente como "corte, quemadura y veneno" (epítome para referirse a cirugía, radioterapia y quimioterapia) William Coley, cirujano de Harvard y primer investigador de la inmunoterapia.

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